Hace poco me preguntaba cuánta responsabilidad para una madre ante sus hijos. Y miles de preguntas me surgieron con respecto a la decepción que sentimos al nacer cuando la experiencia no es igual o parecida a la que vivimos en el útero materno. Con todo esto en mi cabeza, había algo que no me cerraba. Y surgió ese esclarecedor pensamiento que vibró en cada célula de mi cuerpo. En el útero vivimos lo más cercano a una experiencia espiritual. Nos sentimos cerquita de lo que nos creó (cada uno pensará en su propia creencia). Nos sentimos en una experiencia única, que después durante toda nuestra vida tratamos de volver a ese lugar que nos sentimos tan seguros, protegidos y amados como nunca, porque nos remite a un pasado que desconocemos, o mejor dicho que no recordamos y muy cercano a una experiencia espiritual, en contacto con el TODO.
¿Y por qué al nacer esperamos que mamá supla todo eso? Porque estamos diseñados de esa forma. Nacemos inmaduros y necesitamos de cuidados especiales y mamá (si pudo conservar su humanidad) va a poder sentir y complacernos a cada pedido, sabiendo responder a nuestras necesidades tal cual nos van surgiendo. Si pasa esto tenemos asegurado en gran parte el desarrollo de nuestras virtudes y dones que nos servirán para lograr nuestro propósito en esta vida. La mala noticia es que la mayoría de los seres humanos no tenemos la dicha de tenerlo así tan fácil. Y tenemos que pasar por mucho trabajo interno para lograrlo.
Por más que encontremos la forma de sanar nuestras heridas y sintamos que estamos encaminados, sigue existiendo un vacío, una tristeza, un miedo, o como sea que se nos represente. Por más esfuerzos que hagamos en sanar toda experiencia humana, no alcanzará si no llegamos a tener algo parecido a mi vivencia uterina. ¿Y con qué fin sucede esto?, porque eso nos mantiene conectados con una sensación única y nos impulsa a la búsqueda de algo parecido. Todos sabemos que no podemos volver a la panza de mamá, pero sí hay una manera de volver a estar así de plenos, y eso se logra teniendo una Experiencia Espiritual. ¿Y de qué se trata esa experiencia? No hablo de religiones (aunque pueden ser los primeros escalones de conexión), hablo de que encontrarse con nuestra parte espiritual tiene que ver con conectarse a una fuente única de energía, es una sensación indescriptible con palabras, es algo que abarca todo nuestro Ser, nos ayuda a comprender con claridad, nos da paz, nos hace vibrar bien alto.
¿Cómo se hace? No existe una sola manera de hacerlo. Pero creo que lo más importante es tener la intención y luego de predisponernos, seguro nos surge algo que nos invita a ir en búsqueda de esta vivencia.
Cuando nos pase, nos vamos a dar cuenta, es como si encontráramos el equilibrio de todos nuestros cuerpos incluido el espiritual, algo dentro nuestro se alínea, se despeja y vemos al mundo con otros ojos.
El gran problema es que cuando en nuestra vida nos queda pendiente de resolver conflictos internos que tienen que ver por ejemplo con la relación con nuestra madre, u otras relaciones, pareciera que en la mayoría de los casos se convierte en requisito hacer consciente estas vivencias para luego poder acceder con mayor impulso a la comprensión espiritual.
¿Y para qué deberíamos hacer esto?, ¿cuál sería la motivación? Personalmente pienso que a eso venimos, a evolucionar, a trascender esta vida paso a paso, materia por materia, y que todo malestar, crisis, conflictos, problemas que sentimos tienen que ver con algo que nos recuerda que deberíamos retomar el camino, el camino hacia nosotros mismos, hacia la comprensión de quiénes somos y qué vinimos a hacer, por nosotros y por los demás. Si cada uno se encontrase, estaríamos en paz, y el mundo también así los experimentaría.